Domingo a la tarde. Tomo el subte. El chico que está a mi lado se levanta cuando estamos por llegar a la estación Congreso y deja debajo del asiento un bolso negro. Se acerca a la puerta y estoy a punto de decirle que se olvida su bolso cuando un pensamiento me impide abrir la boca: ¿y si es una bomba? Veo a la chica que está en frente. No tiene más de 20 años y se va a morir, igual que el señor de las manos enormes que está más a la izquierda y yo, claro. Somos tres, cuatro con el chico de la bomba, pero tres nos vamos a morir. No me parece justo ni injusto. Tampoco me parece triste. La sensación es de frío, pero no de ese que hace temblar, es frío de mano muerta, pienso, y me acuerdo de una canción que me cantaba mi abuela acerca de una mano muerta que resucitaba y después se volvía a morir, una cosa extraña. Mi abuela me cantaba cada cosa… por suerte, esas canciones tan trágicas las cantaba en italiano y ahora no me acuerdo mucho de ellas. Llegamos a la estación Congreso. Pienso que si no tuviese que morir dentro de unos segundos, debería bajar en la próxima. Se abren las puertas. El chico de la bomba está por bajar y no baja. Vuelve a su asiento. No es el chico de la bomba, no hay bomba, es un chico que, tal vez, no vea bien y necesite levantarse para leer el nombre de la estaciones. Me bajo en Saenz Peña y, como una recién nacida, lloro, pero para adentro.
5 comments:
madre mía! la paranoia de hoy en dia pasa por esos lugares. Me haces a cordar a Wes Craven, que tan bien refleja los miedos de la gente. Fredy Kruger en su momento daba miedo a los niños, no era para menos, te hacia imposible la vida desde dentro de tu cerebro. Hoy sienten miedo por los aviones y por las bombas.
hace casi diez años me pasó lo mismo en el 76. hasta que pensé "mirá que hay que estar al pedo para hacerse volar en el 76".
Si necesitaba pararse para leer el nombre de las estaciones, nadie puede criticarle nada. ¡Salvo que está loco! ¿¡¡cómo va a dejar su bolso a la deriva de los demás viajantes!!??
pobre mumi: Me hiciste acordar que cuando salió Pesadilla V no me dejaron entrar al cine porque era menor de 13 años, ¡y mis amigas entraron porque parecían más grandes!
yo: qué envidia, a mí en esos momentos la lógica me abandona.
lunita: hay que tener en cuenta que el chico que no veía bien era el más grandote de los cuatro.
Feliz texto! Si Kafka fuese contemporáneo y argentino, quizá, hubiese podido escribir algo asi.
Post a Comment