Monday, May 29, 2006

Fiesta en Colegiales

* Unos suecos, amigos de César, cantaban Vilma Palma & Vampiros: papá pa / papá pa / papá papá papá pa. Me acordé de una conversación que tuve con mi psicólogo sobre el seminario que está dando acerca de la caída de la figura paterna en las sociedades actuales. Mientras presenciaba tan extraña versión de la pachanga, pensé que mi psicólogo no debe relacionarse mucho con suecos.
* Me llamó la atención un cd que se llamaba “Cien años de murga”. Y yo que creía que la murga había empezado con la “onda Kusturica”…
* En un momento escucho “can't take my eyes off of you", pero no, miré para los costados y no me estaba mirando nadie.
* Mina, Mía, Nina... bueno, algo así se llamaba, me dice un amigo. Pienso en cómo se confundirán mi nombre otros: Eugenia, Rogelia, Eulogia... algo así.

Wednesday, May 24, 2006

Mini-ritos urbanos

Viajar tanto, pasar un tercio de mi vida en medios de transporte públicos, hace que indefectiblemente esté mucho tiempo conmigo misma y nadie más. Además del viaje, también tengo esperas entre actividad y actividad, así que soy una gran frecuentadora de bares. Es verdad que aprovecho ese tiempo para leer, para imaginar historias, mirar a la gente, recordar… Y si bien me gusta estar sola, también me pasa bastante seguido que me aburro de estar sola tanto tiempo, entonces, como no me animo a hablar con los desconocidos, y no sólo no me animo, sino que tampoco me interesa demasiado, porque prefiero, siempre prefiero, imaginarme como son, bueno, como me aburro, lo que hago es pensar en mí como si fuera otra. Entonces descubro mis acciones recurrentes. Una de ellas es abrir dos sobrecitos de azúcar a la vez, para el café con leche. La cuestión es que cuando pido un café negro suelo no ponerle azúcar, a veces sí, pero no le pongo más de medio sobrecito, sin embargo abro los dos sobrecitos y los dejo sobre la mesa, no sin algo de culpa por derrochar algo que podría usar otra persona, pero no lo puedo evitar, es un acto automático: llega lo que pido, sea café con leche, café, té, cortado, lágrima, y siempre abro dos sobrecitos a la vez. También me siento siempre en la misma mesa de los bares a los que voy, siempre trato de sentarme en el anteúltimo asiento del colectivo de la fila de los asientos solos, siempre viajo en el último vagón del tren, siempre camino por una misma hilera de baldosas (por eso odio las veredas con baldosas poco definidas, como esas que tienen baldosas color marrón clarito con rayas al estilo tabla de lavar) y cuando bajo del colectivo, siempre tengo que pisar el suelo con el pie derecho. No cuento los escalones para de esa manera calcular qué pie poner primero en la escalerita a fin de llegar con el derecho a la vereda, no, nada de eso. Sin pensar ni calcular, sé (de manera misteriosa) qué pie poner primero para llegar con la derecha al suelo. Lo loco es que esta precisión no se debe al hecho de que los colectivos tienen siempre la misma cantidad de escalones: varían (en una oportunidad me dediqué a contar los escalones de distintas líneas de colectivos y lo comprobé).
Así que eso de no calcular, avanzar, seguir el instinto, por ahora nunca me falló. Lo que sí no es muy cierto, es esa creencia que dice que llegar con el pie derecho trae suerte. A veces sí, a veces no. Pero en mí ya se volvió una costumbre.

Monday, May 22, 2006

Recuerdos encubridores

Cuando cursé Semiología del CBC en Paseo Colón, nos tomaron un examen diagnóstico para ver como andábamos a nivel redacción y argumentación. Me saqué un nueve. Dejé de cursar a mitad de cuatrimestre porque conseguí trabajo y luego volví a cursarla en el cuatrimestre siguiente. Mismo examen, distinta profesora, nota: dos. Fue bastante traumático porque, además de que nunca me gustó sacarme una nota más baja que siete, me entregaron la nota justo el día en que el chico que me gustaba se sentó al lado mío. Tuve una historia totalmente platónica con ese chico. Me enamoré perdidamente de él, que leía a Arlt y a Rilke y me decía que no siga perdiendo el tiempo con Cortázar. Una vez nos besamos, pero fue un beso muy breve porque me empezó a sangrar la nariz. Y después que terminamos de cursar no nos volvimos a ver nunca más, hasta la semana pasada que lo vi en la facultad. Él no me vio. Pensé en ir a saludarlo, pero ¿qué le iba a decir? "hola, soy la chica de la nariz sangrante, la que arruinó tu camisa rayada tan linda, que usabas hace seis años atrás", mmm, no. En esos momentos es cuando más odio ser tímida. En fin, justo ese día rendí un parcial de Literatura Argentina y en el momento en que la profesora me entrega el parcial la reconocí: fue la profesora que me puso un dos. Hasta ese momento no me había dado cuenta de que era ella. Todavía bastante aturdida por las dos apariciones, llené dos hojas enteras acerca de Lynch y Güiraldes con el único propósito de terminar rápido y ver si me volvía a encontrar con él. Bueno, no, como era de esperar, no lo volví a ver.
Todo el mismo día.
¿Es esto casualidad? El tiempo es algo que me desborda, que me da bastante miedo.

Monday, May 15, 2006

mi amigo Quentin en la India

quentin dice:
hola bonita, acki te mando algunas fotos de la india.




La neurosis y la nada

Psicoanálisis: Hay que decir la nada para que deje de ser nada.
Neurosis: OK. Nada tiene sentido. Nada es suficiente. No soy nada. Todo es nada. Nada de nada. No me importa nada. Nada me complace. No quiero nada. Nada es nada. Nada, nada, nada. Listo. Psicoanálisis: ¿Mejor?
Neurosis: No, pero igualmente, gracias.
Psicoanálisis: De nada.
Neurosis: ¿...?
Psicoanálisis: Oh, no, perdón, me mimeticé. En realidad quise decir "son 45 pesos".

Teoría vs Cine

El amor es palabra, y si no queda claro, no es necesario leer a Kristeva, basta con ver Sleepless in Seattle.

Compañeras

Pasaron más de ocho años. La última vez que nos vimos fue en la fiesta de egresadas: yo, totalmente borracha, ella, muy cansada: acababa de rendir el examen de ingreso a Medicina. Desde jardín hasta cuarto año éramos de las alumnas más aplicadas, pero en quinto yo empecé a perderme y es el día de hoy que todavía trato de encontrarme. Nuestras hermanas eran amigas. Nosotras no. Éramos compañeras de colegio, íbamos juntas a inglés, a ella le daba risa como yo decía “mosquitous”. Igual, nos unía algo especial, nos unía un humor tímido (y por eso bastante maldito), era de esas pocas personas con las que me entendía sin intercambiar palabras: una mirada cómplice bastaba y ya sabíamos que estaba pensando la otra. Tal vez por esa conexión es que nunca nos hicimos “amigas de contarnos todo”, tal vez, pienso, no hacía falta crear lazos que en realidad ya existían sin que nos lo propusiéramos. Nuestro punto más alto a nivel conexión fue cuando un día, a los 14, me dijo leé esto y me dio las Confesiones de San Agustín. Cuando terminé la secundaria me sentí perdida por muchas razones, pero una era que ya no iba a ser su compañera. Nunca me sentí tan estimulada para aprender cosas como cuando aprendía al lado de ella. Sol, a pesar de haber pasado exitosamente el examen de Medicina, supe que finalmente se decidió por Derecho. Yo, debo confesar que pensé en estudiar Derecho para seguirle los pasos, pero esa decisión (por suerte o por desgracia, nunca voy a saberlo) duró menos de un cuatrimestre. El jueves nos encontramos en el tren y fue como si nos hubiésemos visto el día anterior. Cuando bajamos en Ituzaingó me preguntó ¿vas para la casa de tu vieja?, Sí, le dije, y comprendió por el tono de mi voz que vivo eso como un fracaso, que ya sería hora de ir a otro lado, de ir a algún lado. Yo también voy para lo de mi vieja, me dijo como diciéndome “no te preocupes, te entiendo”.

Pasaron más de ocho años. Pienso en esa frase que escucho tan frecuentemente: “en realidad, siempre estamos solos”. Puede ser que de alguna manera eso sea cierto. Pero sólo de alguna manera.
Hasta "mañana" Sol (y que el futuro nos encuentre lejos de casa).

Friday, May 12, 2006

mi escritor preferido

Por ahora, nadie le gana a Freud.

Wednesday, May 10, 2006

Los asesinos tímidos Nº2



mañana jueves, a las 21 hs., estamos en Filo presentando la revista.

papel sobre el suelo

no te robé
para drogarme
ni me acosté con
tu mejor amigo
no te dije cuánto
te odié
la noche que supe
que andabas con ella
no
no te grité
no te pegué
no intenté quedar
embarazada
ni te amenacé con
suicidarme
nada
nada de
voluptuosidad
de amor
nada
y sin embargo
ahora
que
junto mis cosas
para irme
quisiera que esos lobos
me coman los pies

Sylvia Radcliffe, 1973.

Thursday, May 04, 2006

cuanta razón tenía papá cuando me decía "vaga de mierda", pienso, mientras revuelvo el café con un cuchillo por no lavar una puta cucharita.