Sunday, May 13, 2012

No podía evitar amar a ese hombre. Mientras él se afeitaba, ella, desde la bañera, y con la cortina corrida, se enjabonaba el cuerpo, aunque sin ningún gesto de erotismo. Se enjabonaba con violencia deseando que él la mirase. Yo estaba escondida en ese baño. Sentada en el piso, pasaba el tiempo observando los pelos de él, casi lacios, que flotaban como algas sobre la piel de sus piernas. En un momento, él giró la cabeza y con sus ojos me obligó a tener miedo y calma, como cuando un policía te pide el documento. Supe por qué la mujer estaba desesperada, él ya no podía amar. Primero fueron los pasos en las escaleras. Después, las voces, mi nombre en la boca de esos hombres. Él me preguntó ¿Qué querés que diga? Abrió la puerta, pero antes puso la traba del borde superior. No le creyeron, insistían en entrar. Mientras discutían,  me iba hundiendo en el hueco de la rejilla. Logré introducirme casi por completo, solo quedó afuera la parte de mi cabeza que va desde la frente hasta la cima. En algún momento lo habrán visto a los ojos y, aún sin creerle, dejaron de insistir. No obstante, antes de emprender la retirada, bombardearon el baño con rollos de papel higiénico. Algunos me alcanzaron, pero me contuve de gritar. Los pasos en las escaleras. El silencio. De tanto frotarse, la mujer de la bañera desapareció. Años después hicieron una película sobre el accidente. Hombres subiendo y bajando por escaleras sin baranda, así empieza. Llevan expedientes, papeles y una pierna, mi pierna, la que perdí en el accidente, aunque en realidad fue una mano. Afuera hay una pileta y el agua es del mismo color que el de los ojos del hombre que se afeita. Está nublado, a punto de llover, sin embargo, hace tanto calor que nadie atina a entrar. Sentada en el borde y con el pie en el agua, veo a través de la pantalla de un televisor blanco y negro a la mujer de la bañera . Habla con la voz de un hombre que fumó demasiado y cuando dice "por amor perdió una pierna" la imagen se vuelve verde. Lo que pasó nunca es lo que se cuenta, pero qué importa cuando lo que se cuenta es lo que puede pasar. Caminé por una calle oscura de adoquines. Un puente tapaba por completo la visión del cielo . De vez en cuando, aparecían sombras desde los costados y mendigos con sombreros de ala ancha. Del accidente solo recuedo el fuego y que perdí una mano. Pero como esto es una película, y en la película tengo mano, estoy escribiendo en rollos de papel higiénico esta historia de amor imposible.