Monday, July 21, 2008

Lo que aparece lo veo, sólo si antes lo comparo con mis fantasmas. Hoy, por ejemplo, vi a mamá sentada en una mesa de Margot. Hablaba con otra señora. Las dos estaban vestidas de negro: blusas, sacos, carteras, medias. Me llamó la atención. Si alguna de las dos hubiese tenido una hebilla verde, o un tapado gris, no recordaría todos sus objetos, ni siquiera me hubiese fijado en sus carteras, menos aún en sus medias, pero buscando un color, fue que las observé por completo. Vi a la señora que hablaba con otra señora por algo tan simple como un par de botas. Mamá no usa botas. Y después vi las manos de esa señora, porque las de mamá son más delgadas y siempre tiene las uñas pintadas con un esmalte nacarado que me parece bastante feo. Dos señoras de negro hablaban y una fumaba. La otra tenía manos grandes, las uñas sin esmalte y un parecido tremendo a mamá. Me daba la espalda. Mientras hablaba giraba un poco la cabeza, y al tratar de descubrirle algún rasgo de su cara, pensé, creo, por primera vez, que reconozco mis manos por las manchitas blancas de las uñas y el lunar de la palma derecha. El abuelo me contó que una vez, mientras estaba dibujando, se cayó sobre su mano, de manera inexplicable, la enciclopedia que estaba en el estante amurado a la pared, justo arriba del escritorio, y se clavó la mina del lápiz. A los ochenta y nueve años todavía seguía teniendo un puntito oscuro en la palma. Yo también tengo un puntito ahí y nunca me clavé una mina de lápiz. ¿Se puede heredar la experiencia? ¿Puedo heredar un lunar a través de un relato? ¿Se dibujan en el cuerpo los recuerdos? ¿Somos algo así como un gran tatuaje de palabras siempre inconcluso? No sé, pero veo lo que creo: en fantasmas.