“Ma cómo me pregunta semejanti estupideche caro jurnalista!!: e multo fáchile, multo, multo fáchile. Si quere reventare al ecritore en un artícole, sólo tene que desembuchare l’argumenti.”
Gian Paolo Zarassa.
Crónica de una lengua angustiada
Con esta maravillosa nouvelle, el escritor Hallé Grasí TaénMarte vuelve, sin lugar a dudas, a formar parte de los escritores amados por las academias latinoamericanas. Crónica ... cuenta la increíble y triste historia de la cándida Oreja y su lengua delicada. Oreja se encuentra internada desde hace más de dos años en un centro de rehabilitación para adictos a las novelas de César Aira. La aparición en el mercado editorial de Yo era una china murguera hace que los dueños del centro deban reforzar las medidas de seguridad (los internos ya tenían organizada una fuga masiva y un sanguinario saqueo a las librerías porteñas). Por tal motivo, llega un nuevo director, al que se lo contrata por tener fama de mano dura y pies suavecitos: el Dr. Pérsico, médico, intelectual y pedicuro. A diferencia de la ferocidad que se esperaba del nuevo director, éste sólo utiliza el poder de la palabra sagrada implementando un ritual perverso que consiste en tocarle la frente a cada interno y hacele tragar, a modo de ostia, un papelito escrito con tinta china que dice “yo te apruebo de todos tus pecados”. El interno entonces, se olvida por un buen rato de la china murguera (la tinta china actúa como un antibiótico) y de la culpa de no haber cursado Teoría y Análisis literario con Panesi (tal vez sea éste el punto neurálgico que llevó a estas almas en pena a padecer esa extraña adicción a las novelas de Aira). Pero el método del Dr. Pérsico no funciona con Oreja, quien tiene una lengua demasiado sensible para tan burdo remedio, así que se fuga (con el consentimiento de Pérsico, para que no queden rastros de que su método no es eficaz al 100%) y pasa tres días deambulando por Buenos Aires, cruzándose con todo tipo de personajes dignos de las novelas de Grasí TaénMarte: duendes con varicela, analistas de sistemas enamorados de las sierras de Tandil, motoqueros andaluces, y borrachos, por supuesto, (vale recordar que su salto a la fama mundial fue con la tragedia en cinco actos: Cien años de sobriedad.) Mientras Oreja camina por el Parque Rivadavia el escritor hace aparecer al memorable personaje femenino del cuento "Tu rastro de vodka en la rave" (publicado en el libro que reúne los cuentos más delirantes de la literatura de finales del siglo XX: Doce cuerdos mendocinos), Nena Del Coto. Ella ayudará a Oreja a conseguir un trabajo de degustadora de helados en una importante cadena de heladerías, con el fin de que Oreja pueda comprarse las novelas de Aira que le faltan. A Oreja el sueldo no le alcanza (¡Son tantas novelas!). Por eso, cuando conoce al narcotraficante de cucuruchos, Santiago Pululo, ingresa al mundo del delito. El problema es que la lectura compulsiva de Aira le produce alergia y comienza a generar cera por todo su cuerpo, lo que hace que no pueda estar en ningún lado sin que cualquier cosa que toque se le pegue. La cera, por su parte, comienza a adquirir vida propia (aquí podemos notar una de las más importantes influencias de Grasí TaénMarte, gran lector de la generación beat. Basta recordar la triste historia de ese personaje de W. B. cuyo culo empieza a hablar hasta apoderarse de su cerebro). Bueno, en ese momento comienza lo más jugoso de la novela, la cual recomiendo con cinco estrellitas, o cinco caritas felices, como el lector prefiera. El final es extremadamente conmovedor. No se pueden perder por nada del mundo el parlamento de Oreja cuando se entera de que el dueño de la cadena de heladerías y jefe de la mafia cucuruchera es nada más y nada menos que el Dr. Pérsico.
Gian Paolo Zarassa.
Crónica de una lengua angustiada
Con esta maravillosa nouvelle, el escritor Hallé Grasí TaénMarte vuelve, sin lugar a dudas, a formar parte de los escritores amados por las academias latinoamericanas. Crónica ... cuenta la increíble y triste historia de la cándida Oreja y su lengua delicada. Oreja se encuentra internada desde hace más de dos años en un centro de rehabilitación para adictos a las novelas de César Aira. La aparición en el mercado editorial de Yo era una china murguera hace que los dueños del centro deban reforzar las medidas de seguridad (los internos ya tenían organizada una fuga masiva y un sanguinario saqueo a las librerías porteñas). Por tal motivo, llega un nuevo director, al que se lo contrata por tener fama de mano dura y pies suavecitos: el Dr. Pérsico, médico, intelectual y pedicuro. A diferencia de la ferocidad que se esperaba del nuevo director, éste sólo utiliza el poder de la palabra sagrada implementando un ritual perverso que consiste en tocarle la frente a cada interno y hacele tragar, a modo de ostia, un papelito escrito con tinta china que dice “yo te apruebo de todos tus pecados”. El interno entonces, se olvida por un buen rato de la china murguera (la tinta china actúa como un antibiótico) y de la culpa de no haber cursado Teoría y Análisis literario con Panesi (tal vez sea éste el punto neurálgico que llevó a estas almas en pena a padecer esa extraña adicción a las novelas de Aira). Pero el método del Dr. Pérsico no funciona con Oreja, quien tiene una lengua demasiado sensible para tan burdo remedio, así que se fuga (con el consentimiento de Pérsico, para que no queden rastros de que su método no es eficaz al 100%) y pasa tres días deambulando por Buenos Aires, cruzándose con todo tipo de personajes dignos de las novelas de Grasí TaénMarte: duendes con varicela, analistas de sistemas enamorados de las sierras de Tandil, motoqueros andaluces, y borrachos, por supuesto, (vale recordar que su salto a la fama mundial fue con la tragedia en cinco actos: Cien años de sobriedad.) Mientras Oreja camina por el Parque Rivadavia el escritor hace aparecer al memorable personaje femenino del cuento "Tu rastro de vodka en la rave" (publicado en el libro que reúne los cuentos más delirantes de la literatura de finales del siglo XX: Doce cuerdos mendocinos), Nena Del Coto. Ella ayudará a Oreja a conseguir un trabajo de degustadora de helados en una importante cadena de heladerías, con el fin de que Oreja pueda comprarse las novelas de Aira que le faltan. A Oreja el sueldo no le alcanza (¡Son tantas novelas!). Por eso, cuando conoce al narcotraficante de cucuruchos, Santiago Pululo, ingresa al mundo del delito. El problema es que la lectura compulsiva de Aira le produce alergia y comienza a generar cera por todo su cuerpo, lo que hace que no pueda estar en ningún lado sin que cualquier cosa que toque se le pegue. La cera, por su parte, comienza a adquirir vida propia (aquí podemos notar una de las más importantes influencias de Grasí TaénMarte, gran lector de la generación beat. Basta recordar la triste historia de ese personaje de W. B. cuyo culo empieza a hablar hasta apoderarse de su cerebro). Bueno, en ese momento comienza lo más jugoso de la novela, la cual recomiendo con cinco estrellitas, o cinco caritas felices, como el lector prefiera. El final es extremadamente conmovedor. No se pueden perder por nada del mundo el parlamento de Oreja cuando se entera de que el dueño de la cadena de heladerías y jefe de la mafia cucuruchera es nada más y nada menos que el Dr. Pérsico.
Yvonne Orozco, para Le monde Psicopatique -una tos rara en medio del Bingo-(Latinoamerica)
2 comments:
Tenía la cabeza atascada en un embotellamiento en el ascensor de las Torres de Gluten, y aún así entendí al menos un 20% del relato.
Después me bañé en almibar y entendí otro 40%.
Hilari lari larante.
gritins from planet erz.
Gracias Peluxx por tu comentario. Ah, y cuidado con el almibar a esta altura del año, que puede estar vencido.
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