Ahora, desde que Julieta Prandi declaró que es fanática de Clarice Lispector, es difícil descubrir a esta escritora de manera azarosa, pero mi historia con Clarice, por suerte, fue anterior a la fama de Julieta:
Ella hablaba a los gritos en francés, recién volvía de París y en cinco meses había aprendido a decir bastantes blasfemias en ese idioma (lo primero que uno aprende y lo último que se olvida, creo). Él no volvía de París, pero al igual que ella era bailarín. Yo estaba con Carolina caminando por San Telmo cuando vimos que ella salió a los gritos de un bar y él detrás de ella. No recuerdo cómo fue que empezamos a hablar, la cuestión es que nos caímos simpáticos y terminamos los cuatro en el Británico. Hablamos hasta el amanecer. En esa época yo no salía sin mi cuaderno (no sé por qué perdí esa costumbre) y en un momento de la noche, no sé qué fue lo que dije, qué a él se le ocurrió escribir en mi cuaderno Clarice Lispector. Así supe de Clarice. Muchos años después, más precisamente el sábado pasado, Cata nos dice a Caro y a mí que ella también descubrió de una manera extraña a Clarice, pero no llega a contarnos cómo la conoció, sino que inmediatamente trae el libro y Caro lee “San Tiago”:
No, no toda lucidez es frialdad. No la de San Tiago Dantas, por ejemplo, que era acusado de frialdad. Si bien el propio Schmidt se contradecía al respecto.
Conocí a San Tiago en París. Enseguida formamos un grupo. Y no sé por qué resolvimos que aquella noche saldríamos a recorrer los night clubs de París. Cosa que hicimos hasta el amanecer. Donde los violines cantaban demasiado afinados y muy cerca de nosotros, allí íbamos. Pero sucede que en una noche larga se bebe. Y yo no sé beber. Si bebo, o me da sueño o lloro un poco. Pero si sigo bebiendo, empiezo a ponerme brillante, a decir cosas. Y no sé qué es peor. Esa noche sucedieron ambas cosas. San Tiago, si era de llorar, no lo mostraba. Su lucidez en verdad era un gran control y no frialdad.
Ay, cuántos muertos ya había potencialmente en el grupo. Schmidt, Bluma, Wainer, San Tiago. Nadie lo sabía. ¿O lo sabíamos? A tal punto que no soportábamos un sinfín de violines afinados.
Había una dueña de boite que también actuaba como cajera. Llevaba los hombros descubiertos, hombros plenos y muy fuertes. Hablamos mucho de hombros. Los míos se veían frágiles. ¿Qué había bebido? Lo que me dieron, y mezclé mucho.Hasta que empezó a madrugar, a casi amanecer despacio. Nadie tenía sueño, pero ya era hora. Nos fuimos caminando. Y San Tiago descubrió en las esquinas de París a las primeras vendedoras de flores. No puedo decir cuántas rosas me compró. Sé que yo marchaba por las calles sin poder cargarlas de tantas que eran, y que a medida que caminaba las rosas se caían al suelo. Si alguna vez fui linda fue en aquel amanecer de París, con rosas que caían de mis brazos plenos. Y un hombre que engalana a una mujer no tiene una lucidez fría.
El relato sigue, pero Caro, que tiene una adorable inclinación hacia los finales felices, decidió culminar ahí la lectura.
(las negritas son mías)
9 comments:
prandi amagó con publicar un libro de poemas. obvio que muero por leerlo.
también, en una entrevista, Prandi confesó que sus amigos, al leer sus relatos, le dijeron que eran comparables a los relatos de Kafka. Eso sí que habría que leerlo.
Tengo muchos poemas editados con un pseudónimo... que si me insisten un poquito les digo cuál es.
lo de prandi es casi tan feo que natalia oreiro diga que le gustan the ramones; un icono adolescente tirado a la basura.
Cómo es eso de que Prandi lee a Lispector??
No puedo creer que Julieta es Gabriela, que Gabriela es Julieta...
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