Wednesday, May 24, 2006

Mini-ritos urbanos

Viajar tanto, pasar un tercio de mi vida en medios de transporte públicos, hace que indefectiblemente esté mucho tiempo conmigo misma y nadie más. Además del viaje, también tengo esperas entre actividad y actividad, así que soy una gran frecuentadora de bares. Es verdad que aprovecho ese tiempo para leer, para imaginar historias, mirar a la gente, recordar… Y si bien me gusta estar sola, también me pasa bastante seguido que me aburro de estar sola tanto tiempo, entonces, como no me animo a hablar con los desconocidos, y no sólo no me animo, sino que tampoco me interesa demasiado, porque prefiero, siempre prefiero, imaginarme como son, bueno, como me aburro, lo que hago es pensar en mí como si fuera otra. Entonces descubro mis acciones recurrentes. Una de ellas es abrir dos sobrecitos de azúcar a la vez, para el café con leche. La cuestión es que cuando pido un café negro suelo no ponerle azúcar, a veces sí, pero no le pongo más de medio sobrecito, sin embargo abro los dos sobrecitos y los dejo sobre la mesa, no sin algo de culpa por derrochar algo que podría usar otra persona, pero no lo puedo evitar, es un acto automático: llega lo que pido, sea café con leche, café, té, cortado, lágrima, y siempre abro dos sobrecitos a la vez. También me siento siempre en la misma mesa de los bares a los que voy, siempre trato de sentarme en el anteúltimo asiento del colectivo de la fila de los asientos solos, siempre viajo en el último vagón del tren, siempre camino por una misma hilera de baldosas (por eso odio las veredas con baldosas poco definidas, como esas que tienen baldosas color marrón clarito con rayas al estilo tabla de lavar) y cuando bajo del colectivo, siempre tengo que pisar el suelo con el pie derecho. No cuento los escalones para de esa manera calcular qué pie poner primero en la escalerita a fin de llegar con el derecho a la vereda, no, nada de eso. Sin pensar ni calcular, sé (de manera misteriosa) qué pie poner primero para llegar con la derecha al suelo. Lo loco es que esta precisión no se debe al hecho de que los colectivos tienen siempre la misma cantidad de escalones: varían (en una oportunidad me dediqué a contar los escalones de distintas líneas de colectivos y lo comprobé).
Así que eso de no calcular, avanzar, seguir el instinto, por ahora nunca me falló. Lo que sí no es muy cierto, es esa creencia que dice que llegar con el pie derecho trae suerte. A veces sí, a veces no. Pero en mí ya se volvió una costumbre.

7 comments:

Lunita said...

A mi me pasa al revés... paso más tiempo acompañada que sóla. Más por miedo a la soledad que por el feliz destino de disfrutar una compañía.
Ahora pregunto... ¿usted no será diestra, no? :)

Unknown said...

Uf, yo nunca estoy solo. Entre Peluxx, Palanca, Palanqueta y Fede siempre hay bastante barullo a mi alrededor.

Cereza Martinez said...

ojito que con esos rituales porque podes ir a parar a la m... lo se por experiencia. Parece un juego, pero no lo es de ninguna manera, no me quiero poner dramatico por el amor de dios, pero cuanto uno menos conviva con esos rituales: mejor.

yo said...

lo de los sobres y la bajada del colectivo es así. no sé de qué otra forma podría hacerse.

Eugenia Rombolá said...

Lunita: no, soy zurdita.
Peluxx: A mí me habitaban Yvonne y Muriagna, pero Eugenia, en la relación de competencia que se establece en un hábitat reducida las terminó eliminando. Lástima, Yvonne era la más copada y Muriagna... Bueno, era un poco depresiva, pero era más buenita que Eugenia.
Pobre Mumi: y sí, tenés razón, pero sino me aburro.
Yo: ja, yo tampoco.

Saludos a Todos!

Maria Turner said...

una pvez pensé que los colectivos de largas distancias son como cubiculos de pensar (obviamente, lo pensé en un colectivo...)

Eugenia Rombolá said...

buena defición turner.