No me acuerdo si era Margerie Kempe o la otra, la anacoreta, ¿cómo se llamaba? Juliana de Norwich, bueno, alguna de ellas era, o alguna copada como ellas, la cuestión es que estaba leyendo a esta copada una tarde de octubre de 2004 y cuando iba por la parte en que la copada cuenta que el santo prepucio sabe a miel, vi que en la ventana había una abeja. Me impresionó, nunca antes se había posado una abeja en esa ventana, y mucho menos había visto yo una de la ya dos veces nombrada en un mismo renglón, al instante de leer la palabra miel. La cosa es que Caracola (gata y acróbata atorranta), empezó a maullar como una desaforada desde la cocina y cuando llego veo centenares de abejas. Respiro hondo (como acto simbólico de tomar valor, que, ahora que lo pienso, es re loco este acto, porque el aire no vale nada, es gratis y… ah… ¿por eso es simbólico?-) y mientras ruego por que ninguna abeja me pique o se me meta por los agujeritos de la nariz, me llevo a upa a Caracola y cierro la puerta de la cocina. Me quedo en el living durante horas, hasta que no soporto más la cara de aburrida de la gata y salgo a verificar si las abejas ya se fueron. Y sí, se fueron sin dejar rastro de su visita inesperada... las muy perras... así que después, obvio, nadie me creyó que tuve una experiencia mística.
4 comments:
Yo te creo. Tal vez porque cursabamos lit inglesa juntas, ja.
Yo tuve una vez un sueño con una avispa. Después te lo cuento.
Debe ser que tu gata les cazzó la onda al vuelo a las muy perras.
asdf
Me pa que eso que te pasó se llama sincronicidad y si mal no recuerdo lo inventó de Jung, para sacarlo a Freud de sus casillas y dejar para siempre de estar al cobijo de su sombra paterna.
nada que ver cronopio.
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