Wednesday, April 18, 2012

El jinete sin caballo

A Vicente Luy, In Memoriam

Estuvimos conversando un buen rato, hasta que llegaron sus amigos y le dijeron que ya era tarde, que se tenían que ir. Me pareció más niño que viejo, más poeta que loco, pero también me pareció viejo y loco. Habló del accidente de avión en el que murieron sus padres cuando él tenía cinco meses, del sitio de apuestas online con el que se hubiese vuelto millonario si no lo hubieran estafado, en fin, de esos temas recurrentes que marcaron su vida y aparecen en muchas de las entrevistas que le hicieron y en casi todas las notas escritas tras su muerte. Si bien durante la conversación traté de no mirarle los dientes, cuando llegó a la parte del caballo, me quedé con los ojos fijos en su boca. Porque cuando murieron mis padres me tocó vivir un tiempo con unos primos que me golpeaban, me torturaban, me trataban mal. Y sin embargo, lo amaba. Al que más me torturaba, lo amaba. Tendrías que haberlo visto andar a caballo. El animal corría y mi primo, montado sobre el pelo del caballo, de golpe se ponía de pie. Entonces, corría más fuerte y mi primo seguía sin caerse. El caballo le tenía miedo. Yo también. No por las cosas que me hacía, me daba miedo ese desparpajo de vida, la vida furiosa que era mi primo. Tendrías que haberlo visto parado sobre el lomo del caballo, sin sujetarse de nada. Vicente, el único capaz de resistir la vida furiosa que es su poesía, corrió enloquecido hasta caer. Pero a ese jinete lúcido, poderoso, que iba parado sobre su lomo, ya nadie lo detiene.

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