Soñar en la infancia, no sólo está permitido, sino que hasta es obligatorio. Si te atrevés a soñar cuando sos chico, si crees realmente en tus sueños, ya tenés la mitad de las herramientas necesarias para afrontar las dificultades que se te vienen después. Con respecto a la vocación, los sueños se manifiestan de muy variadas maneras en los niños. Ninguno pudo eludir la pregunta ¿Qué querés ser cuando seas grande? Todos tuvimos que dar cuenta de ello, pero cada uno con su estilo…
Por Eugenia Rombolá
Los que siempre supieron qué querían ser:
En 1948 Truman Capote dejó boquiabierto a todos con su primera novela Otras voces, otros ámbitos. Los críticos y el público en general estaban sorprendidos por el talento y la precocidad de ese joven de apenas 23 años. Claro que todo el mundo estaba sorprendido, menos Truman: él sabía que ese talento no había nacido de la nada, se había empezado a forjar desde hacía más de diez años, a fuerza de trabajo, como diría Arlt, y de trabajo duro y constante. Hay gente que siempre la tuvo clara. Pero esa claridad puede provenir de lugares muy diferentes. A veces nace de la suerte (como por ejemplo, que hayas nacido en una casa con un piano y te haya copado tocarlo), a veces del amor (por querer ser como tu papá, tu mamá, o algún familiar o conocido que hayas admirado mucho en tu infancia) y otras del dolor (como es el caso de Truman, que comenzó a escribir para mitigar un poco el aislamiento).
En 1948 Truman Capote dejó boquiabierto a todos con su primera novela Otras voces, otros ámbitos. Los críticos y el público en general estaban sorprendidos por el talento y la precocidad de ese joven de apenas 23 años. Claro que todo el mundo estaba sorprendido, menos Truman: él sabía que ese talento no había nacido de la nada, se había empezado a forjar desde hacía más de diez años, a fuerza de trabajo, como diría Arlt, y de trabajo duro y constante. Hay gente que siempre la tuvo clara. Pero esa claridad puede provenir de lugares muy diferentes. A veces nace de la suerte (como por ejemplo, que hayas nacido en una casa con un piano y te haya copado tocarlo), a veces del amor (por querer ser como tu papá, tu mamá, o algún familiar o conocido que hayas admirado mucho en tu infancia) y otras del dolor (como es el caso de Truman, que comenzó a escribir para mitigar un poco el aislamiento).
Los que se sintieron presionados para ser algo específico:
Hay niños que se destacan en algo, como ser buenos deportistas, ser muy inteligentes o ser muy hermosos. Y los padres muchas veces los presionan para que sean los mejores en eso que les sale naturalmente. Conocí el caso de varios niños, muy buenos nadadores o que jugaban bien al tenis, que una vez que crecieron nunca más volvieron a meterse en una pileta o pisar una cancha, porque recordaban con angustia la presión de los padres y los entrenadores, y todas las cosas a las que habían tenido que renunciar por los entrenamientos. Estimular, acompañar, ayudar, está bien. Pero cuando eso se convierte en sobreexigencia y los niños ya no pueden disfrutar esa actividad que realizan, eso sí está muy mal. Generar frustración en los chicos es algo que debería estar penalizado.
Los que no tenían la menor idea de qué querían ser:
Cuando eran chicos les preguntaban qué querían ser de grandes y respondían cualquier cosa, simplemente para que los dejen tranquilos. Generalmente eran malos alumnos, les gustaba mucho ver la tele, juntar bichos, hacer maldades, romper cosas, mentir, escaparse para ir a jugar con chicos más grandes, en fin, se trata de los típicos demonios que las maestras odian y a los padres desesperan. Lo interesante de estos personajes es que recibieron una formación muy valiosa: desarrollaron la astucia, la valentía y, sobre todo, la creatividad. No es extraño encontrar grandes publicistas, cineastas, artistas, inventores, arquitectos, y hasta científicos geniales y revolucionarios que de chicos lo único que sabían es que querían divertirse.
Los que cambiaban todo el tiempo:
Bueno, yo entro en esta categoría. Los que cambiábamos todo el tiempo éramos niños muy pero muy curiosos. Nos interesaba todo, desde las coreografías de Xuxa, hasta la geometría, pasando por el origen del universo, la protección de los animales, las telenovelas de Andrea Del Boca, la literatura universal, los dibujos animados, la mitología griega, el papel reciclado, la pintura, la bicicleta, el cine, el patinaje sobre hielo… Todo lo vivíamos con una gran pasión, tan grande como breve, claro, porque enseguida encontrábamos otra cosa que nos apasionaba más. Éramos muy entusiastas, jamás nos aburríamos y nuestra mente no paraba un segundo de viajar de aquí para allá. El problema es que cuando dejamos de ser niños nuestra mente siguió funcionando así, y en la vida adulta este divague permanente trae muchas complicaciones: si antes nos trataban de curiosos, ahora nos tratan de inmaduros.
Los que querían ser algo que no tenía nada que ver con lo que esperaban de ellos:
Estos casos son tiernos y muy sabios al mismo tiempo. Estos chicos se destacaban en algo, pero querían ser todo lo contrario. Recuerdo haber conocido a una nena, un año más chica que yo, que era muy inteligente. Y también era gordita y no le iba muy bien en los deportes. Esta nena inteligentísima, que podría tranquilamente haber sido premio Nobel de Física, Matemática o Literatura, porque para todo era inteligentísima, quería ser profesora de Educación Física. Y lo fue. Muchos criticaron su elección. Los padres estaban indignados. Mi mamá, que fue maestra de ella, casi se pone a llorar cuando se lo contaron. Pero yo lo vi como algo maravilloso. A ella, que nada le costaba, excepto los deportes, fue tan brillante que pudo superar su única dificultad, y ahora enseña eso que no le dio la naturaleza, sino su voluntad y fuerza de espíritu.
¿Y vos qué querías ser cuando eras chico?