Tuesday, October 31, 2006

Bee_siones

No me acuerdo si era Margerie Kempe o la otra, la anacoreta, ¿cómo se llamaba? Juliana de Norwich, bueno, alguna de ellas era, o alguna copada como ellas, la cuestión es que estaba leyendo a esta copada una tarde de octubre de 2004 y cuando iba por la parte en que la copada cuenta que el santo prepucio sabe a miel, vi que en la ventana había una abeja. Me impresionó, nunca antes se había posado una abeja en esa ventana, y mucho menos había visto yo una de la ya dos veces nombrada en un mismo renglón, al instante de leer la palabra miel. La cosa es que Caracola (gata y acróbata atorranta), empezó a maullar como una desaforada desde la cocina y cuando llego veo centenares de abejas. Respiro hondo (como acto simbólico de tomar valor, que, ahora que lo pienso, es re loco este acto, porque el aire no vale nada, es gratis y… ah… ¿por eso es simbólico?-) y mientras ruego por que ninguna abeja me pique o se me meta por los agujeritos de la nariz, me llevo a upa a Caracola y cierro la puerta de la cocina. Me quedo en el living durante horas, hasta que no soporto más la cara de aburrida de la gata y salgo a verificar si las abejas ya se fueron. Y sí, se fueron sin dejar rastro de su visita inesperada... las muy perras... así que después, obvio, nadie me creyó que tuve una experiencia mística.

Saturday, October 28, 2006

Monday, April 12, 2004

Soñé que viajaba en un tren y recorría Rusia. Era una princesa a la que le irritaban terriblemente las faltas de ortografía. Discutía en ruso acerca de ese tema con dos franceses que me acusaban de ortodoxa.

Wednesday, October 25, 2006

Con la hermanita de ViV perdí toda posibilidad de recuperar mi nombre. Desde que ViV le contó la anécdota, pasé a ser para ella la chica del subte (elipsis de “la chica que se cayó en la estación de subte”). En alguna oportunidad voy a contar lo que pasó el día de la primavera de 1998, en que por culpa, no de algún tipo de herida o quebradura, sino lisa y llanamente por culpa de mi timidez, terminé en el hospital Argerich en una silla de ruedas camino a la sala de traumatología. Hay mucha gente que nunca tomó un subte en su vida ¿vieron? Qué extraño. En La Boca no hay subtes, pero la gente viaja en subte igual. Nos tomamos cualquier colectivo hasta Alem y de ahí seguimos en subte porque es más rápido. La Boca es un barrio donde hay muchos borrachos y pintores, sin ir más lejos, yo, yo soy borracha, un poco, y además pinté un cuadro el lunes. Fui a la facultad, esa que queda cerca de mi casa y pinté uno. La profesora me dijo qué bueno, realmente está muy bueno, yo sabía. Por un momento pensé en tirarlo por la ventana, porque sí, pero no porque sí sí. Hay ventanas en el cuadro, no tan frías como las otras, las de las casas y los edificios, aunque, claro, también están menos, mucho menos ahuecadas. O no, no son ventanas, pero podrían serlo y todo lo contrario también ¿Qué es todo lo contrario a las ventanas? Ah… por eso está bueno mi cuadro.

Tuesday, October 10, 2006

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estuve en un laberinto
a la salida encontré un espejo

¿sí? ¿y te viste?

no, nunca me veo en sueños
del otro lado había un buzón
violeta o una cámara oscura
las dos cosas y ninguna exactamente

comprendo, pero, ¿por qué tu mamá me da miedo?

porque usa un bastón de oro puro

cuando dormimos juntos hablamos suspendidos

Saturday, October 07, 2006

Yo pensaba, estaba convencidísima, de que “bermudas”, en realidad, se decía “mermudas”. Por libre asociación, cada vez que decía mermudas me imaginaba un frasco de mermelada de frutillas. Si las bermudas me parecían feas, entonces me imaginaba un frasco de mermelada de naranja. Papá nunca me corregía, le daba ternura que yo hablara mal. Pero sólo a él le daba ternura, los demás se reían cuando decía “mermudas”, “aprendé la luz” o cosas por el estilo. Sobre todo se reían de mi pronunciación afrancesada, cosa que a mamá le encantaba (no que se rían de mí, sino mi pronunciación)*. Hasta los seis años fui incapaz de pronunciar una erre, especialmente si se encontraba detrás de una ce, una te, una pe, y ni que hablar de una ge. Así fue como se me ocurrió crear un mini-diccionario personal de sinónimos. En vez de decir “perro”, decía “can”, en vez de decir “rato”, decía momento”, en vez de “grande” decía “gigante” (“enorme” también me resultaba un poco difícil) o “adulto”, según el contexto de la palabra “grande” (la palabra “mayor”, por razones obvias, también trataba de evitarla). Y cuando tomaban lista en el colegio, en vez de decir “presente”, decía “acá estoy”. Donde no tenía escapatoria era a la hora de pronunciar mi apellido. Por eso, una tarde, a los seis, fui a la cocina -mamá estaba preparándome la leche- y le supliqué de rodillas que por favor me dé el suyo, porque Clará, a diferencia de Rombolá, lo podía pronunciar sin correr el riesgo de que los demás se rían. Creo que fue porque la conmoví, o porque se dio cuenta de que Buenos Aires no es París, que decidió llevarme a la fonoaudióloga, una mujer que resultó ser muy dulce y paciente. Todos los jueves, de 18 a 19 hs., iba a su casa a tratar de pronunciar correctamente, y mejoré un poco, sí, pero no mucho. Tenía un cuaderno de hojas lisas donde la fonoaudióloga, Patricia, me escribía los ejercicios y me pegaba fotocopias con dibujos, que yo tenía que pintar y después debía nombrarle los colores que usaba. Yo, pícara, la primera vez pinté los dibujos de azul, naranja, amarillo, violeta... pero ella, más pícara que yo, en el segundo encuentro sólo me dio rojo, negro, rosa y marrón. Tenía un espejo sobre la mesa, donde yo tenía que verme cuando hacía mis ejercicios articulatorios. Lo que más me gustaba era hacer muecas frente al espejo mientras Patricia me escribía los ejercicios en el cuaderno, pero claro, una vez me descubrió, levantó la cabeza del cuaderno antes de que yo pudiera volver mi cara a la normalidad y me morí de vergüenza. A partir de ese momento, ir a lo de Patricia fue una tortura china para mí (no, en este caso creo que correspondería mejor decir “tortura rusa” o mejor aún: “tortura groenlandesa”). Bueno, pero como contaba antes, mi pronunciación afectada no es mi única rareza. Hay algunas cosas, que vaya uno a saber por qué nunca logré asimilar y las mezclo, por ejemplo, me confundo a Isabel Sarli con Beatriz Sarlo. También me confundo “colibrí” con “coliflor”, “repollitos de bruselas” con “brócoli”, dudo siempre si se dice Dylan Thomas o Thomas Dylan, Ayer descubrí una nueva: fui a hacer las compras y le digo al chico del súper:

- ¿Sabés en dónde están las albóndigas?
- ¿Qué? No, no vendemos acá.
- ¡Pero si en todos los supermercados venden albóndigas!

Se me queda mirando.... yo pienso, ¿cómo se dice “albóndigas” o arbóndigas”?.... dudo... dudo seriamente... estoy convencidísima de que se dice “albóndigas”, pero bueno, me tiro el lance:

- ¿Y arbóndigas venden?
- No, tampoco.

Por suerte miro para atrás y ahí están, puf, por suerte, ahí están las latas de arvejas.
*Se deduce entonces que no decía exactamente "mermudas" y "aprendé la luz", sino que en realidad decía algo así como "megmudas" y "apeguendé la luz"

Thursday, October 05, 2006

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odio las despedidas
dicen los que se van
los que se quedan
no

saben de viajes
los que se quedan
algo saben:

la distancia
viene igual que la suerte de encontrarse

no hay que vivir
de recuerdos es mentira

saben de viajes y no saben
los que se quedan
nada más

Wherever the children go I'll follow them

Abandoned love es una canción maravillosa y no muy conocida de Bob Dylan. Parece que en realidad iba a estar en Blood on the tracks, que ya sin esa canción, es un discazo. Finalmente apareció en Biograph (1985). Resulta inexplicable como Dylan dejó tantas canciones bellísimas fuera de sus discos. Aunque es posible pensar que lo hizo de precavido nomás, por si se quedaba sin canciones. Muy astuto este Bob, un excelente administrador de talento.

Volver

Me gustaron los saquitos de colores de Raimunda y algunos de sus vestidos. Y me gustaron también sus zapatos de plataforma, altísimos, le quedaban muy bien. Yo una vez me compré unos parecidos, pero cuando caminaba, mis rodillas siempre iban a media cabeza de ventaja del resto de mi cuerpo. Ah, se me piantó un lagrimón (no era para tanto, ya sé) cuando la mamá sale del baúl del auto y le dice a Soledad ¿No me vas a dar un abrazo? A mí Soledad me cae bien. Me hace acordar un poco a mi hermana, así que hoy la llamé, pero no pude encontrarla. A la noche soñé que tomaba un cortado con Almodóvar y me decía que él realmente no entiende a las mujeres. Yo le decía que yo no entiendo a los hombres. Entonces nunca vas a matar a uno, me dijo, pero vas a querer matar a todos.
Y volviendo a la peli, me dio la sensación de que Almodóvar la escribió para tratar de responder a la pregunta de por qué las mujeres queremos tanto a los hombres. Pero por suerte no la respondió, sólo preguntó.
Almodóvar escribe bien, sí, sí.

Tuesday, October 03, 2006

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una oreja un lunar una avispa
un punto
ranas que se exilian
machos de todas las especies

como bebés vagabundos