Podemos pasar años hablando de las mismas cosas aburridas, ya conocidas hasta en su más mínimo detalle, pero de pronto, un día nada especial, un día cualquiera, mientras está cocinando, o cuando salimos de un café y ya casi nos estamos por despedir, me cuenta una historia asombrosa, asombrosa por lo insignificante, casi una historia de la nada, cosas suyas, pequeñas cosas de mamá que quisiera que nunca se pierdan, que exista siempre alguien que las recuerde. Pero cuando me siento a escribir, ya no puedo recordarlas.
Aunque tengo la sospecha de que las termino escribiendo igual, creyendo que son cosas de mi imaginación.